sábado, 23 de noviembre de 2013

La Tierra Sabe, una feria que busca cambiar rumbos

  En el Jardín Botánico del Parque Saavedra cada tercer domingo de mes se lleva a cabo la Eco-Feria educativa, La Tierra Sabe. Un lugar donde todo tipo de prácticas ecológicas y sustentables se ponen al alcance de cualquier transeúnte de la ciudad con el objetivo enseñar y compartir sus conocimientos para un mejor cuidado del medio ambiente.     

  Todos los días el freno de los colectivos y los motores de los autos que transitan por las calles 12,  14, 64 y 68  se mezclan con el canto de los pájaros que viven entre los árboles del Parque Saavedra. Antes conocido como Paseo del Lago, el espacio verde que hoy conocemos no es el mismo de siempre; el arroyo Medrano que alimentaba el lago fue entubado, el torreón colonial y el molino holandés desaparecieron y en una de las esquinas se instaló un local de comidas rápidas. También, en 1938, se construyó una verja que dividiría el parque y daría lugar al área del Jardín Botánico.

  Cada tercer domingo del mes el Jardín Botánico se prepara para recibir con música, talleres y charlas a quien quiera participar y trabajar por el cuidado de nuestro planeta tierra. Esta novena edición de La Tierra Sabe, Eco-Feria Educativa, no fue una excepción. La jornada empezó temprano, con un cielo celeste y un calorcito que presagiaba al verano, con los primeros puestos de productos ya ubicados en su lugar. Horas más tardes no pararían de recibir a interesados en comprar algún producto, productos que debían ser naturales, orgánicos o reciclados como requisito principal para que los puesteros pudieran participar de La Tierra Sabe.

  Los primeros sonidos en acompañar a la gente fueron voces, a veces dulces, a veces fuertes, que parecían simular gritos de algún ritual de tiempos ya pasados y el golpe de más de doce bombos legüeros que provenían de “Legüereale, ensamble de bombos… y otras hierbas”. Este grupo está formado por mujeres de diferentes partes del país que se dedican a mantener vivo el folklore y otras expresiones afroamericanas en la ciudad de La Plata. Mientras tanto grupos de jóvenes o familias de todo tipo seguían paseando por los 30 stands donde podrían encontrar una gran variedad de productos (desde verduras orgánicas, pasando por pan integral, hasta llegar a ollas hechas de barro), o tomándose unos mates (capaz por el calor, tereres) a la sombra de los árboles.
  
  Uno de los puestos más llamativos era el de un emprendimiento de venta de miel y productos derivados, atendido por un señor con una remera verde y con un cartel a sus espaldas que decía “Apícola la Juanita”, acompañado por una abeja estampada en cada uno de sus productos. El stand tenía al público un poco cautivado, por la variedad de productos era la razón más lógica de ese constante de personas paradas frente a él. Miel pura, polen, propoleo, arándano, mermeladas y jaleas, cosméticos (jabones, cremas, pomadas medicinales) EXPANDIR y caramelos hechos de miel llenaban el caballete; de vez en cuando algún tarro pasaba de las manos del vendedor a las de un comprador. Al frente de ellos otro puesto llamaba también la atención de muchos y no por las artesanías que ofrecía, sino por su dueño, un joven de unos 30 años, que con un charango colgado de sus hombros o una ocarina entre sus manos  tocaba diferentes melodías para entretener a todos los que pasaban por al lado de su puesto.

  En el Jardín Botánico también hay una huerta con un cartel en su entrada que anuncia “Huerta orgánica. Reproducción de árboles. Compostaje. Lombricompostaje” y al lado de él, aquel domingo, había madres y padres con sus hijos, jóvenes y también gente más anciana, todos haciendo cola para entrar en la huerta. Rodeada por un cerco de alambre, allí dentro se pueden ver árboles, brotes y plantas más crecidas, un gran rincón lleno de botellas de plástico para reciclar y dos tablones con algunas personas encargadas del lugar detrás de ellos. Se iban dando turnos para entrar, a las familias con niños les mostraban las diferentes partes de las huertas y les contaban cómo funcionaba, mientras otras personas que ya conocían un poco sobre aquella forma de cultivar, entraban directamente para pedir semillas, tierra de compostaje o plantines de regalo. Sin importar quienes salieran de la huerta, todos se iban con una botella de plástico rellena de tierra y un plantín, aquella maseta improvisada estaba acompañada por una etiqueta explicando los cuidados de la planta.

  Cuando ya iba atardeciendo otra banda subió al pequeño escenario, “Pato Molina”, su música de folklore fusión (flauta traversa, guitarra criolla, bajo y teclado eléctrico y una batería eran los instrumentos de los músicos) se entrelazaba con el ruido de la calesita y las hamacas sin aceitar.  Hasta el final de la jordana, gente llegaba y se iba de la Eco-Feria, pero todos lo hacían con bolsas con quesos, con artesanías, con cereales y semillas o con plantas decorativas, generalmente pegándose una vuelta también por la huerta del jardín.


  La Tierra Sabe es un evento cultural que permite convertir espacio público cotidiano como lo es el Parque Saavedra en un espacio en donde convergen individuos, grupos e instituciones con un mismo objetivo: el cuidado del planeta y el ambiente en el que vivimos.  A través de la ecosalud, las huertas orgánicas, la ecología urbana, el consumo responsable, la Permacultura y el reciclaje se pueden generar cambios en nuestra sociedad y en esta Eco-Feria platense, todas estas prácticas tienen, aunque sea, un pequeño lugar para florecer. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario