Al entrar al galpón ubicado en la calle 7 y 63, del lado
derecho de la puerta se encontraba una larga
hilera de bicis que apoyaban sus manubrios sobre paredes llenas de inscripciones,
dibujos coloridos y manchas de humedad. El aspecto de descuido también lo tenía
el suelo, embarrado y con agua estancada
en sus esquinas, que dejaba a simple vista la falta de limpieza. Sillas de
escuela acomodadas en forma de círculo, la luz tenue a causa de las pocas
ventanas, y una mesa de madera con un
mate, daban al salón un clima juvenil. El silencio se apoderaba del lugar, eso
permitió que no se tenga que levantar la voz, aunque de vez en cuando las
bocinas que sonaban de la calle interrumpían el clima pacífico en el que estábamos
inmersos.
El “Centro unido de Tandil” fue donde se llevó a cabo el
encuentro con Antonio Urdiales Cano, un famoso permacultor argentino que viajó
desde la capital para brindar una breve charla acerca del modo de vida que
lleva desde que comenzó a relacionarse con la naturaleza. En el lugar había
alrededor de quince jóvenes, todos reunidos por el mismo motivo y con las
mismas ganas de aprender. Luego de intercambiar palabras con los que se
encontraban presentes, se acercó una chica de rastas largas con el fin de
preguntar el por qué de mi presencia, se notaba a simple vista el interés que tenía
el uno por el otro a pesar de habernos conocido hace unos poco minutos. Después
de darme un cálido abrazo de bienvenida, me indicó en donde sentarme.
Una vez todos ubicados en sus sillas y con folletos en mano,
llegó Antonio, un hombre de barba canosa, camisa cuadrillé y alpargatas blancas,
que lleva varios años dedicándose al cuidado de la tierra. Apoyó una caja de
cartón sobre la mesa y saludó uno por uno, al sentarse comenzó a hablar acerca
de la gran decisión que tomó hace varios años, cuando se dio cuenta que él no
había nacido para ejercer la parte práctica de la permacultura, sino para enseñar
a través de la escritura. De esta manera fue como sacó más de cinco libros a la
venta. Antonio nos hizo entrar en confianza rápido, nos trató de manera
amable y ante cualquier duda nos respondía con gran paciencia.
Después
de que el mate pase de mano en mano, ofreció entre los que estábamos ahí, la
posibilidad de presenciar uno de sus talleres para que observemos desde más
cerca la forma en que se implementa la permacultura en la vida cotidiana.
El encuentro al que concurrieron jóvenes interesados por el
mismo tema, dio grandes frutos y tuvo un exitoso resultado, ya que además se
tuvo la posibilidad compartir varias rondas de mates y facturas con uno de los permacultores
más conocidos en nuestro país.
Teresa Del Compare
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