Jeremías Cafure tiene 24 años, es alto, delgado, de pelo
castaño y expresión amable. Es oriundo de Río Grande, provincia de Tierra del
Fuego, se fue de su ciudad a los 18 años para estudiar kinesiología en Capital
Federal pero la vida lo fue llevando por otro camino y actualmente, dicta
talleres de huerta a niños en edad escolar en barrios periféricos de la
provincia de Bs.As.
No sólo se dedica a enseñarles a producir su propio alimento
a los más pequeños; además, la gente lo llama para que les arme huertas en sus
casas y les explique cómo mantenerlas funcionando; cursa un seminario de
agroecología en Cañuelas y, para reducir el gasto en alimentos, recicla las
verduras de las que se deshacen los verduleros. Se considera bastante
autodidacta y si bien su fuerte es la
huerta, se las rebusca día a día de múltiples maneras para, aunque suene
trillado, vivir en un mundo mejor.
-¿De qué se trata tu
actividad con los talleres?
-Se trata más que nada de un trabajo social en el que, a
través de talleres lúdicos, les enseñamos a los niños a producir su propio alimento. Yo trabajo lunes y martes en
un colegio en San Fernando donde combinamos la enseñanza de la huerta con
ciencias naturales y ciencias sociales.
La huerta es un conector de un montón de cosas y uno ve
cómo se relacionan los chicos, ve si pueden o no trabajar en equipo, si pueden
ser amables entre ellos o concentrarse en hacer algo y mantenerlo en el tiempo,
empezar y terminar las cosas, etc. En fin, pedagógicamente la huerta encierra
todo ese tipo de cosas y nosotros lo trabajábamos bastante desde educación
popular.
-¿Cómo arrancaste
con este tema de la huerta?
-Arranqué por un amigo. Yo andaba buscando un lugar donde
ponerme a “hacer” y me sumé con él a una organización civil que se llama
Cultivarte. Con ellos fue que arrancamos un proyecto para trabajar con talleres
de huerta en un comedor en Benavidez (partido de Tigre) todos los sábados. Y
bueno hace ya tres años y medio que hago esto, es mi ámbito de militancia.
-¿Dónde vivís
actualmente?
Ahora en Capital. Cuando viví allá la primera vez y dejé kinesiología, me vine para La
Plata a estudiar historia y ahora volví a Capital porque necesitaba activar con
todo el tema de la huerta, hacer más cosas; además estaba abandonando la
facultad porque me venía replanteando un
montón de cuestiones y había otras que no me terminaban de cerrar. Y bueno, allá
había un grupo de amigos, de gente, de proyectos que ya venían más o menos en
marcha y vi la posibilidad de sumarme a eso y activar más en profundidad.
Entonces ahora vivo allá, con ese amigo que me introdujo
en Cultivarte, con el cual también trabajo en la escuela de San Fernando, así
que te imaginarás lo que es mi casa… tenemos un banco de semillas, tenemos un
compost enorme en el fondo de casa, tenemos un pizarrón gigante donde nos
ponemos a planificar las clases, tenemos un montón de plantas, es nuestro
bunker.
-¿Qué crees que se
hace o no se hace desde la política con respecto a la industria del agro y las
multinacionales?
Considero que la política del gobierno nacional tiene una
doble cara porque por un lado le da mucha vía libre a las empresas
multinacionales, a la privatización de semillas, a Monsanto, al plan
estratégico agroalimentario que se publicó, que tiene como objetivo ampliar el
margen de producción de la soja; y por otro lado está metiéndole fichas a la
agricultura familiar, al sistema Pro-Huerta, etc. Entonces tiene una carga
medio verde, medio no pero es necesario rescatar las cosas buenas y utilizarlas
para nuestro beneficio, como también es necesario intentar frenar todo este
cambio en la producción del agro ya que nos involucra a todos, se trata de qué
comemos, de cómo vivimos; el hecho de ampliar la frontera agropecuaria implica
el desalojo de gente del campo, que se va a concentrar en la ciudad y eso
modifica la manera de comer, de vivir, la salud, la economía, etc. Tal vez hoy
la soja es rentable pero dentro de cuatro años puede que no lo sea y para ese
entonces no nos van a quedar terrenos cultivables por el monocultivo y ahí no vamos
a saber de qué disfrazarnos. Hay una problemática real que no tiene que ver
sólo con una persona, con un gobierno; sino que es internacional, tiene que ver
con multinacionales, con el rol económico que tiene Argentina.
Dicen que la soja es para alimentación de la gente y, en
realidad, una parte se usa para hacer combustible biodiesel, para alimentar
autos en China; y la otra parte se usa para alimentar ganado europeo criado en Feedlots, que son lugares muy pequeños
donde los animales no pueden caminar y engordan mucho. Esta manera de criar al
ganado es nociva porque al no tener actividad física el animal está débil y
necesita muchas más vacunas que lo refuercen, las cuales nosotros consumimos;
nos comemos la soja transgénica que comió ese animal, nos comemos sus vacunas y
eso, lógicamente, nos hace mal. Y la doble cara del asunto es que las mismas
multinacionales, como por ejemplo Bayer, que son productoras de agroquímicos y
de la industria farmacéutica, te enferman con sus agroquímicos y después te venden
lo que sería la cura (que en realidad es un parche) para que se te pase el
dolor de cabeza, y después te vuelven a intoxicar y así sucesivamente.
-¿Qué querés contarle al que lea esta entrevista?
-Hay que cambiar la manera de vivir, de producir, de
relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza; la permacultura, la
agricultura familiar, las huertas en los colegios intentan reincorporar
prácticas que estaban olvidadas hace muchos años. Cuando nosotros vamos a
trabajar al barrio vienen abuelos y nos dicen “yo tenía mi huertita cuando vine
y tenía mis verduras pero ahora eso se dejó de hacer”; la idea del progreso,
del desarrollo avasalla a la cultura con la idea de que más es mejor. En la
argentina existe una hectárea y media de tierra cultivable para cada argentino
joven y mayor; entonces en vez de vivir todos en una caja de cemento, con un
grado cada vez mayor de violencia y de individualismo podríamos repensar
nuestra organización social y vivir en un ambiente más favorable para
superarnos como sociedad y autogestionarnos.
Zotalis, Melina.
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