sábado, 2 de noviembre de 2013

De la tierra a la mesa

Jeremías Cafure tiene 24 años, es alto, delgado, de pelo castaño y expresión amable. Es oriundo de Río Grande, provincia de Tierra del Fuego, se fue de su ciudad a los 18 años para estudiar kinesiología en Capital Federal pero la vida lo fue llevando por otro camino y actualmente, dicta talleres de huerta a niños en edad escolar en barrios periféricos de la provincia de Bs.As.


No sólo se dedica a enseñarles a producir su propio alimento a los más pequeños; además, la gente lo llama para que les arme huertas en sus casas y les explique cómo mantenerlas funcionando; cursa un seminario de agroecología en Cañuelas y, para reducir el gasto en alimentos, recicla las verduras de las que se deshacen los verduleros. Se considera bastante autodidacta y  si bien su fuerte es la huerta, se las rebusca día a día de múltiples maneras para, aunque suene trillado, vivir en un mundo mejor.


-¿De qué se trata tu actividad con los talleres?
-Se trata más que nada de un trabajo social en el que, a través de talleres lúdicos, les enseñamos a los niños a producir su  propio alimento. Yo trabajo lunes y martes en un colegio en San Fernando donde combinamos la enseñanza de la huerta con ciencias naturales y ciencias sociales.

La huerta es un conector de un montón de cosas y uno ve cómo se relacionan los chicos, ve si pueden o no trabajar en equipo, si pueden ser amables entre ellos o concentrarse en hacer algo y mantenerlo en el tiempo, empezar y terminar las cosas, etc. En fin, pedagógicamente la huerta encierra todo ese tipo de cosas y nosotros lo trabajábamos bastante desde educación popular.


-¿Cómo arrancaste con este tema de la huerta?

-Arranqué por un amigo. Yo andaba buscando un lugar donde ponerme a “hacer” y me sumé con él a una organización civil que se llama Cultivarte. Con ellos fue que arrancamos un proyecto para trabajar con talleres de huerta en un comedor en Benavidez (partido de Tigre) todos los sábados. Y bueno hace ya tres años y medio que hago esto, es mi ámbito de militancia.


-¿Dónde vivís actualmente?

Ahora en Capital. Cuando viví allá la primera  vez y dejé kinesiología, me vine para La Plata a estudiar historia y ahora volví a Capital porque necesitaba activar con todo el tema de la huerta, hacer más cosas; además estaba abandonando la facultad porque  me venía replanteando un montón de cuestiones y había otras que no me terminaban de cerrar. Y bueno, allá había un grupo de amigos, de gente, de proyectos que ya venían más o menos en marcha y vi la posibilidad de sumarme a eso y activar más en profundidad.

Entonces ahora vivo allá, con ese amigo que me introdujo en Cultivarte, con el cual también trabajo en la escuela de San Fernando, así que te imaginarás lo que es mi casa… tenemos un banco de semillas, tenemos un compost enorme en el fondo de casa, tenemos un pizarrón gigante donde nos ponemos a planificar las clases, tenemos un montón de plantas, es nuestro bunker.


-¿Qué crees que se hace o no se hace desde la política con respecto a la industria del agro y las multinacionales?

Considero que la política del gobierno nacional tiene una doble cara porque por un lado le da mucha vía libre a las empresas multinacionales, a la privatización de semillas, a Monsanto, al plan estratégico agroalimentario que se publicó, que tiene como objetivo ampliar el margen de producción de la soja; y por otro lado está metiéndole fichas a la agricultura familiar, al sistema Pro-Huerta, etc. Entonces tiene una carga medio verde, medio no pero es necesario rescatar las cosas buenas y utilizarlas para nuestro beneficio, como también es necesario intentar frenar todo este cambio en la producción del agro ya que nos involucra a todos, se trata de qué comemos, de cómo vivimos; el hecho de ampliar la frontera agropecuaria implica el desalojo de gente del campo, que se va a concentrar en la ciudad y eso modifica la manera de comer, de vivir, la salud, la economía, etc. Tal vez hoy la soja es rentable pero dentro de cuatro años puede que no lo sea y para ese entonces no nos van a quedar terrenos cultivables por el monocultivo y ahí no vamos a saber de qué disfrazarnos. Hay una problemática real que no tiene que ver sólo con una persona, con un gobierno; sino que es internacional, tiene que ver con multinacionales, con el rol económico que tiene Argentina.

Dicen que la soja es para alimentación de la gente y, en realidad, una parte se usa para hacer combustible biodiesel, para alimentar autos en China; y la otra parte se usa para alimentar ganado europeo criado en Feedlots, que son lugares muy pequeños donde los animales no pueden caminar y engordan mucho. Esta manera de criar al ganado es nociva porque al no tener actividad física el animal está débil y necesita muchas más vacunas que lo refuercen, las cuales nosotros consumimos; nos comemos la soja transgénica que comió ese animal, nos comemos sus vacunas y eso, lógicamente, nos hace mal. Y la doble cara del asunto es que las mismas multinacionales, como por ejemplo Bayer, que son productoras de agroquímicos y de la industria farmacéutica, te enferman con sus agroquímicos y después te venden lo que sería la cura (que en realidad es un parche) para que se te pase el dolor de cabeza, y después te vuelven a intoxicar y así sucesivamente.


-¿Qué querés  contarle al que lea esta entrevista?

-Hay que cambiar la manera de vivir, de producir, de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza; la permacultura, la agricultura familiar, las huertas en los colegios intentan reincorporar prácticas que estaban olvidadas hace muchos años. Cuando nosotros vamos a trabajar al barrio vienen abuelos y nos dicen “yo tenía mi huertita cuando vine y tenía mis verduras pero ahora eso se dejó de hacer”; la idea del progreso, del desarrollo avasalla a la cultura con la idea de que más es mejor. En la argentina existe una hectárea y media de tierra cultivable para cada argentino joven y mayor; entonces en vez de vivir todos en una caja de cemento, con un grado cada vez mayor de violencia y de individualismo podríamos repensar nuestra organización social y vivir en un ambiente más favorable para superarnos como sociedad y autogestionarnos.


Zotalis, Melina.

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