domingo, 27 de octubre de 2013

Delfina, una joven en plena búsqueda de su ser

Delfina, es una muchacha de 24 años y forma parte de los encargados del restaurante ITALS Comidas Vegetarianas y Veganas, ubicado en la calle 14 esquina 57 a la altura de 1900. Está muy contenta de trabajar ahí y de poder colaborar brindando la comida y la información necesaria para que la gente, al igual que ella, pueda llevar una mejor calidad de vida.

 La muchacha de grandes ojos negros y de ropa colorida, me ofreció que vayamos afuera para que yo pudiera realizar la entrevista. Era una noche cálida, nos sentamos en una de las mesas verdes de madera que estaban dispuestas en la vereda. Se la notaba animada a charlar y a querer compartir todos sus conocimientos conmigo.

Actualmente participa cultivando en distintas huertas, reciclando y ayudando en el restaurante. Vive en comunidad con varias personas y sostiene que su nuevo entorno la ayudó a conectarse más con ella y así convivir en armonía con el resto de las personas y de la naturaleza.

- ¿Sos de acá de La Plata? ¿Dónde vivís actualmente?

- Sí, soy de La Plata, vivo con nueve personas más. Estoy en una casa que proponemos como comunidad. Tratamos de reaprender los valores que nos enseñaron siempre como utópicos pero que si todos creemos en ellos podemos convivir. Lidiamos con eso, nos liberamos a la hora de vivir. Buscamos experimentarnos como seres y todo lo que eso conlleva: purgarnos por las malas alimentaciones y también, por problemas que no logramos digerir y que queremos que lo hagan.

- Veo que tenes un par de tatuaje ¿A qué se deben?

-Uno es un delfín, es un animal que me acompaña al igual que el agua – se señala el brazo-. Lo que representa el agua y la vida. Este y los otros dos representan una etapa de adolescencia, época en la que hice catarsis y me expresé a través de los tatuajes.

- ¿Sos vegana, vegetariana?

- No no, trato de no encasillarme en nada. Sino escuchar a mi cuerpo. Que pide, que quiere.

- ¿Cultivas en alguna huerta?

- Si, hay bastantes espacios abiertos a los que se puede ir y plantar en las huertas. Como por ejemplo la de la Facultad de Ciencias Naturales y hay otro lugar al que se puede ir en calle 27 y 46. Estoy aprendiendo, recién este año me interioricé con toda esta “movida”.

-¿Y cómo fue que te interiorizaste?

- En realidad por el rodeo de gente, hubo un intercambio de personas con la que me solía juntar y me fue llegando esta información, la de volver a la semilla. Entender qué es la semilla. Todo lo que consumimos viene de una y eso me parece “re loco”. Empecé a interactuar con lo que absorbemos desde el origen. La ficha me cayó hace poco, me estoy reconectando conmigo misma y con lo que ingiero.

 - ¿Qué significa el nombre del local?

- El nombre: alimentación vital. El alimento en su estado más natural. La comida que se establece en el rastafarismo pero teniendo en cuenta que acá las condimentamos un poco.

- ¿Vos sos la encargada?

- No, no hay encargados acá. Estamos todos trabajando o en la barra o en la cocina. Laburo acá porque así lo quería, lo pedí y se abrió la puerta. Por suerte me gustó. Apoyo lo que se vende con todos mis sentimientos.

- ¿Cuántos son los que llevan a cabo el lugar?

 - Somos nueve en total.

- ¿Las pinturas que hay en el interior del restaurante, las hicieron entre todos?

- Ya estaban hechas antes de que yo entre a trabajar. Siempre las miro y me pregunto lo mismo. Acompaña el nombre y el estilo. Hacen referencia a la cultura rasta y a las africanas. También a la música, lo que es el tambor, el baile, las frutas y los colores.

- También vi unos collares colgados con un cartel que decía “precio a contribución”. ¿Los hiciste vos?

- Sí, los hice una tarde en mi casa. Me habían dado ganas y los deje ahí. No me daba para venderlos, asique hice eso y me dejaron plata y algunos dibujitos también.

- ¿Haces algo más aparte de collares?

- Lo que “pinte”. La otra vez, con la gente de mi comunidad, aprendimos a encuadernar: agarramos un par de fotocopias, les hicimos unas tapas y les pasamos el hilo. Siempre se puede aprender algo.

- ¿Aplicas alguna otra forma de reciclaje?

- En la casa en la que vivo tratamos de reciclar siempre. Disminuir la basura de la casa lo más que podamos: lo orgánico va al compost, los papeles al fuego y los plásticos los ponemos en los eco-ladrillos. Para hacer esto último: agarramos una botella y metemos los plásticos bien comprimidos ahí adentro. Sacamos muy poca basura. La comida también, pasamos por las verdulerías cuando están por cerrar y les pedimos las verduras que suelen tirar. Las lavamos y eso se consume.



Agostina Polischuk

sábado, 26 de octubre de 2013

Itals, comidas de la tierra

  I-tal es una palabra de origen Rastafari y derivada de la palabra en inglés “vital” (la “I” representa la unión entre las personas y la naturaleza), una palabra que se usa cuando se está hablando de alimentos que son naturales, puros y siempre provenientes de la tierra, una palabra que le da nombre a un restaurante de comidas veganas y vegetarianas de La Plata.

 Yendo por 14 o por 57 uno puede encontrar “Itals”, grandes letras amarillas contrastan contra paredes verdes anunciando su nombre, mesas y sillas en la vereda dan un lugarcito para estar al aire libre. “Comidas Vegetarianas” es el subtitulo del local, un poco explicativo para quienes todavía no lo conocen. Restaurante, bar y delivery de comidas basados en una dieta vegana, Itals busca enseñar una forma de alimentación saludable, busca redefinir las líneas de la alimentación que ya todos conocemos. Dentro de Itals se realiza un intercambio de conocimientos, tanto de quienes trabajan allí como de quienes son sus clientes.

  El alimento como medicina es una de las ideas que empujan a Itals a ser lo que es, en entender como la energía de los alimentos nos afectan en todos los aspectos de nuestra vida, un concepto también aprendido de las raíces de la cultura rastafari. Otras herencias se pueden ver también por todo el lugar; sobre las paredes bordo y naranja se pueden ver pintadas las figuras de un hombre bailando, de otro tocando el tambor y la de una mujer llevando una bandeja llena de frutas, todos con labios grandes y pelos oscuros. Otros pequeños detalles en el restauran reflejan sus ideales, como las palabras pintadas sobre los espejos de las estanterías: “amor, “unidad”, “paz”.

  Una biblioteca se apoya contra la pared al lado de las puertas que dan la bienvenida al restauran, una biblioteca con todo tipo de libros, ya sean de alimentación, medicina natural o meditación, de poemas o de cuentos, y también con libros que algunos autores ceden al lugar después de compartir allí un plato de comida. Porque Itals es también un espacio para compartir con artistas independientes, un espacio abierto para que ellos se peguen una vuelta por ahí y entre comida y comida toquen un poco de música, reciten cuentos o pinten un cuadro. Sobre cada mesa hay un sobrecito blanco: quién quiera puede dejar algo en él para los artistas.

  La cocina es pequeña pero está repleta de comida, algunas preparándose, otras ya listas u ocupando uno de los tantos tuppers que hay adentro de la heladera. Todas estas comidas están realizadas con alimentos naturales que no tienen ningún tipo de aditivos (conservantes, colorantes, químicos o esencias), nunca fueron enlatados y que a pesar de ser cocinados se sirven lo más crudos posible para conservar sus nutrientes. Las frutas y verduras todas vienen de una huerta orgánica, todas las masas son realizadas con harina integral, las bebidas son naturales: té, licuados de frutas o de leche vegetal, cervezas artesanales, vinos orgánicos o simplemente agua mineral.

   Desde hace más de tres años, Itals abre sus puertas de lunes a sábados para poder disfrutar allí desayunos, almuerzos y cenas (tal vez más adelante la merienda) vegetarianos, sanos y naturales, para intentar volver al principio de todo, la semilla.

Cocina a conciencia

Andrés  Sartizón tiene 27 años, es oriundo de Pedro Luro y hace nueve años vino a La Plata a estudiar cine. Morocho, de tez blanca, delgado y con un metro ochenta de alto (aproximadamente) cuenta que estudió dos años en la ciudad pero terminó la carrera en Capital Federal; y si bien participa de algunos proyectos audiovisuales, hoy cocina en el restaurant vegetariano “Itals” (14 y 57) desde principio de año.


  Mientras ralla la primera de cuatro zanahorias que están adentro de un tupper de plástico transparente, Andrés Sartizón cuenta que tiene una compostera en su casa hace cinco años y recicla todos sus residuos orgánicos. 
- El compost –dice -  es algo que sucede naturalmente en un sistema de bosques, por ejemplo, donde la materia orgánica que cae de los árboles se acumula, se degrada y forma el suelo mismo. Lo  que yo hago es más o menos imitar ese sistema, todos mis desechos orgánicos los pongo en la tierra, los mezclo con agua y con el accionar de unas lombrices que se llaman californianas, la basura se degrada y se convierte en tierra.
  Se acomoda el pelo, en la cocina hace calor porque tiene el horno prendido y es un lugar bastante reducido. Fluye cómodamente dentro del angosto rectángulo que constituye su ámbito de trabajo, se nota que conoce la ubicación hasta del utensilio más dispensable de la cocina.  Vuelve a las zanahorias. Sin dejar de rallarlas, me dirige la mirada y continúa hablando del compost. Cuenta que la decisión de hacer un compost y reciclar su basura le surgió de la contradicción que,  según él, tienen todas las personas acerca de cómo nos comportamos con la naturaleza, ya que “todas nuestras acciones repercuten en el medio ambiente” y destaca que él lo hace porque, en la casa que comparte con su primo en Villa Elvira, tiene un patio pero sabe que hay gente que quiere hacerlo y no cuenta con un pedazo de tierra para llevarlo a cabo.
-Acá no existe un nivel de conciencia como el que hay en otros países en los que circulan composteras industriales, que las podes tener en tu balcón. Yo por suerte tengo un pedacito de tierra muy pequeño, una parte se lo dediqué al compost y hace cinco años que no saco mi basura orgánica.
  Va por la tercer zanahoria, descansó algunos segundos la mano y arranca a rallar enérgicamente otra vez.  Le pregunto hace cuánto tiempo es cocinero y dice:
-Soy cocinero de la vida, de la familia, de las abuelas, de las madres, no de profesión; me hice, digamos. La cocina me gustó siempre y también lo hice un poco por necesidad, por laburo. 
  La cocina vegetariana lo llevó a hacerse las mismas preguntas que después lo condujeron a hacerse una compostera, considera que es todo parte de lo mismo… Preguntarse qué comemos, qué desechamos y saber que hay una cantidad enorme de cosas que consumimos “que vienen en paquetitos de colores y pensamos que está todo bien pero no sabemos de dónde vienen ni cómo las hicieron”. El espacio en el que trabaja no lo determina, ya que a pesar de ser cocinero en un restaurant vegetariano Andrés no lo es. Considera que en este lugar existe flexibilidad en el modo de entender que” todos estamos en tránsito y que cada uno va realizando su propio camino”. La manera fluida en que se mueve no la reserva sólo para la cocina, Andrés no cree en la rigidez de las ideas porque eso hace que se achiquen los límites de percepción y la posibilidad de relación con el entorno.  Claramente, en ningún aspecto de su vida le gusta sentirse acotado.
  Terminó de rallar, deja el tupper en un costado y me pide que me corra para poder abrir el horno. Saca una cazuela de vegetales, unos pancitos integrales y unas berenjenas. Le agrega semillas a la cazuela, creo que son de girasol pero no le pregunto.  Continúa:
-Y bueno, también lo que está pasando con la industria… Hay exceso de productividad y no se tiene en cuenta la calidad de los productos, hacen plata a costa de la salud de la gente. Con la agricultura pasa lo mismo, hay una empresa farmacéutica que también hace agroquímicos (Monsanto) que monopoliza la producción agropecuaria dejando la mayor cantidad de riqueza en la menor cantidad de gente posible. La gente no tiene trabajo, tiene que migrar a las ciudades o se muere porque fumigan, contaminan y no les importa nada.
  Y a medida que vas teniendo más conciencia sobre ciertas cosas y te va llegando la información, eso te va calando hondo o no; tiene su tiempo, su proceso (…) y las personas van entendiendo que el progreso y el desarrollo no es a costa de la vida misma.
  Le pregunto a raíz de qué se interiorizó en este tipo de temas, dice que fue por una chispa de conciencia y el haberse rodeado de gente que compartía las mismas inquietudes e intereses.
Terminó la entrevista,  tiene que seguir cocinando. Le agradezco, nos saludamos y vuelve a sus cosas.

Zotalis, Melina.

Manifestación mundial en contra de Monsanto

Monsanto es una compañía agrícola fundada en Estados Unidos durante el año 1901 por John Francis Queeny, un  joven veterano de la industria farmacéutica. Su repentina fama se debió  por introducir al mercado la primera generación de cultivos transgénicos (organismo genéticamente modificado)  y por fabricar sacarina, un edulcorante artificial.  Actualmente, es el mayor vendedor mundial de semillas transgénicas en Latinoamérica, Estados Unidos y Canadá, cuyos cultivos representan más del 90% de todos los cultivos transgénicos del mundo.

            Monsanto comenzó con sus operaciones en Argentina en el año 1956, con la inauguración de la Planta de Zarate, en la Provincia de Buenos Aires. Durante sus comienzos en el país, se volcó en la producción y comercialización de productos químicos. Dedican gran parte de su tiempo a vender semillas, crear eventos biotecnológicos y elaborar productos para la protección de cultivos.

            Manifestantes de 52 países protestaron en contra de Monsanto debido a las consecuencias que trajo su modelo de producción agrícola. El 12 de octubre se realizó la primera tres más campañas, mediante las cuales pedirán a millones de activistas boicotear “ la acción depredadora" de Monsanto por sus organismos y químicos perjudiciales que amenazan la salud y la fertilidad de quienes los consumen. También van a participar víctimas del conocido químico “Agente Naranja”, el cual se utilizó durante la guerra de Vietnam. Esto se debe a que según un estudio de la Universidad de Columbia (Nueva York), luego de que hayan pasado 40 años de esta guerra, un gran número de personas siguen desarrollando enfermedades terminales como por ejemplo, cáncer.

            “No vamos a permitir el ingreso de ningún camión, ni que se instale Monsanto, porque son ellos o somos nosotros. Yo ya perdí a mi hija", declaró Gatica, mujer que lucha contra la llegada de la empresa a Córdoba, y que perdió a su hija debido a una malformación en su riñón por culpa de los productos transgénicos.


            El biólogo molecular de la Universidad de Buenos Aires Andrés Carrasco, cuenta que los cócteles químicos son alarmantes y peligrosos, principalmente el gilsolfato (herbicida), cuya utilización debe limitarse a áreas agrícolas, alejadas de viviendas y centros poblados. Este producto tóxico no solo trae graves problemas en la salud de los seres humanos, sino que daña a la naturaleza. Las manifestaciones tuvieron como objetivo frenar la Ley Monsanto, la cual obligará a pagar por el uso de semillas transgénicas, dejando sin protección a los pequeños agricultores.

Del Compare, Teresa

sábado, 19 de octubre de 2013

La política del buen comer

  En el año 2003 se creó el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria (PNSA), promovido por el Ministerio de Desarrollo Social, cuyo objetivo es el acceso de sectores sociales vulnerables a una alimentación adecuada, suficiente y acorde a la región donde es aplicada.

  Disponibilidad de alimentos y acceso suficiente a los mismos, buena selección, correcta elaboración, manipulación y conservación, adecuada distribución dentro del grupo familiar y buen aprovechamiento por el organismo componen la llamada seguridad alimentaria. Para promoverla, el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria (PNSA) dispone de diferentes actividades de apoyo nutricional; una de las más importantes es la implementación de tarjetas magnéticas que  son entregadas a las familias para que puedan proveerse de alimentos según sus preferencias. Las familias beneficiarias de este sistema son aquellas en las que viven niños menores de 14 años, mujeres embarazadas, adultos en situaciones desfavorables y personas discapacitadas.

  También dan soporte económico a los estados provinciales para que estos puedan asegurar la correcta nutrición de niños y niñas en edad escolar, y brinden apoyo a las asociaciones que realizan actividades comunitarias y prestan servicios alimentarios en cada región. Todas las acciones desarrolladas por el PNSA son acompañadas y fortalecidas a través de la edición de libros, folletos, cuadernillos, afiches y textos educativos, como así también por medio del desarrollo de acciones de comunicación dirigidas a la comunidad.

  Por otra parte el PNSA dispone de otras líneas de acción como la denominada Pro-Huerta, que está destinada a la autoproducción de alimentos para consumo personal y familiar. Este programa, fundado sobre bases agroecológicas, opera desde hace 23 años en función de la soberanía alimentaria, la participación social y la comercialización de los excedentes de producción.

  Con más de 630 mil huertas (entre ellas huertas escolares), 130 mil granjas y más de 20 mil promotores voluntarios, el sistema Pro-Huerta representa la convergencia del saber popular con la enseñanza técnica que proveen a las comunidades y que les permite superar su situación con políticas de solidaridad comunal, integración social, buena alimentación, cuidado del medio ambiente, mejora de las condiciones sanitarias de la comunidad y proyectos de trabajo. Todo partiendo de sus propias capacidades.


fuente: http://prohuerta.inta.gov.ar/fotos
fuente: http://prohuerta.inta.gov.ar/fotos

Zotalis, Melina

En armonía con la naturaleza se logra una mejor calidad de vida

En una mesa noté numerosos envases de dulces llenos de semillas, cada uno con un cartel que aclaraba de qué vegetal provenían. En otra, se ofrecían plantas que la gente no paraba de llevar. Miré con más detenimiento el lugar en el que me encontraba: dentro de un grupo, un joven de pantalones coloridos y rastas hacia malabares con pelotas de colores; a su lado, muchas voces se hacía escuchar al ritmo de guitarras y otro tipo de instrumentos caseros que no supe reconocer pero que inmediatamente relacioné con el sonido de la lluvia. Había varias personas recostadas en el largo y verde pasto, unas encima de otras. Daba placer estar ahí, me gustaba como se comunicaban entre ellos a través del contacto. La alegría y la tranquilidad del entorno eran sumamente contagiosas.

El patio delantero de la Facultad de Ciencias Naturales fue el espacio en donde se llevó a cabo el intercambio no sólo de semillas, sino también de saberes e ideas sobre diferentes formas de vivir sustentablemente. Es trabajado con esfuerzo y cuidado día a día, en su mayoría, por estudiantes de agronomía y ecología (el compromiso es comunitario). Aunque había numerosos carteles con instrucciones sobre los mecanismos de cultivo que ahí se aplicaban, uno de ellos se ofreció a guiarme de todas maneras. Era un ser pequeño de sonrisa grande y voz suave, tenía la cara pintada y me comentó que era para diferenciarse del resto “los que tenemos la cara así podemos explicarles cómo funciona todo”. Luego de darme un cálido abrazo me expuso con paciencia el propósito de todo lo que fueron construyendo en estos últimos tiempos. 

Me mostró una biblioteca chica al aire libre que estaba en medio del patio, la cual tiene libros informativos sobre diversas formas de cultivos. Además de informes realizados por ellos datando los trabajos que realizan en la tierra.  En aquel momento me recorrió por el cuerpo un olorcito a comida que venía del patio central y le pregunté a mi acompañante de qué se trataba. Me contó que ahí se llevan a cabo ollas comunitarias con comidas sanas y vegetarianas para cualquiera que quiera sentarse en la ronda y compartir charlas además de un plato de comida. Quise sentarme con ellos y probar el guiso de arroz y verduras que estaban preparando. Esperé a que terminara de contarme sus actividades para hacerlo, estaba riquísimo.

Llegamos a un área exclusiva para realizar “compost” que sirve para reciclar la tierra y generar la nueva. El contenido estaba dentro de un soporte de madera que ellos construyeron. Se subió en el mismo y con sus manos removía el menjunje y me enseñaba lo que había ahí dentro. Mientras me comentaba: “nos ayuda el bufet de la facu, tiramos todo orgánico; saquitos de té, yerba, pasto, cáscaras de frutas, cenizas también (que sirven para cambiar el ph del suelo, para que no sea tan ácido). Tiramos acá todo lo que es orgánico y biodegradable” aclaró. En otra parte hay dos “camas” que son huertas no muy grandes. En una había habas, cilantro y acelga y en otra papas. Noté en su cara un aire de orgullo mientras me las enseñaba.

Me resultó interesante la huerta circular que permite cultivar en base a las diferentes estaciones lunares. Se pretende crear más huertos de ese estilo para que se pueda cosechar en distintas estaciones del año. Además, noté plantas aromáticas, mentas, perejil, entre otras.
Luego del recorrido otros dos muchachos se acercaron a hablarme sobre la permacultura: qué era para ellos, cómo aquel espacio les permitía aplicarla en muchos aspectos  y la importancia que tiene el contacto con la tierra y con el resto de las personas. Me contaron que buscan concientizar sobre la importancia de autoabastecerse y de cómo entre todos podemos lograr la verdadera armonía con nuestro entorno.

El evento resultó exitoso, muchas personas interesadas concurrieron y pudieron aprovechar no sólo para llevarse semillas y plantas listas para cuidar y cultivar, sino también para participar de un agradable momento en el que estoy segura, todos disfrutamos.
                                                                                                        

Fauno, un joven permacultor que disfruta del contacto con la tierra

  Juan Romano, más conocido como Fauno, es un permacultor de 30 años que dedica gran parte de su tiempo a estar en contacto con la naturaleza. Nació en Buenos Aires, pero su filosofía de vida lo llevó a conocer lugares como Salta, Córdoba y Bolivia. Fue a través de experiencias que aprendió  los conceptos y los valores principales de la vida autosustentable.

  
  Sentados en el pasto del Bosque Platense, Fauno brindó la entrevista con el objetivo de que conozcamos con profundidad su forma de ver la vida. A medida que corrían los minutos, comenzó a abrirse cada vez más y contó el porqué de su interés en la Permacultura.

   Hoy en día conserva el puesto de ayudante en el museo de Ciencias Naturales de la ciudad de Buenos Aires, y pasa varios días de la semana en una huerta que queda a pocas cuadras de su casa. 

-¿Dónde naciste?
-Nací en la clínica de E.L.M.A. (Empresa Líneas Marítimas Argentinas S.A.) en Corrientes 389, un 25 de Diciembre, una monja le sugería a mi madre que me llame Jesús.

-¿Cómo está conformada tu familia?
-Mi familia está compuesta por mi madre, mis dos hermanas, mi padre y su esposa.

-¿Convivís con alguien?
-En el tema de convivencia tuve varias experiencias. Desde la base viví en mi casa, luego comencé a vivir con mi tía y su familia, éramos unos ocho o nueve, era habitual reunirnos en la hora de la cena.

-¿De qué manera crees que la Permacultura se relaciona con la convivencia?
-La convivencia es un conjunto de circunstancias, actitudes y confianza. Para tener una verdadera convivencia hay que ser auténtico, mostrarse como es uno, con defectos y virtudes. Las relaciones humanas son nuestro mayor desafío y por eso es que desde la Permacultura se destacan por medio de sus tres éticas: cuidado de la tierra, cuidado de las personas y redistribución del alimento.

-¿Qué formas de convivir recordás con frecuencia?
-La que más recuerdo  es cuando me mudé a tres cuadras del congreso. Vivía en un departamento de cinco amigos que eran bailarines de ballet, pero había semanas en que éramos diez durmiendo. Durante el día era todo silencio, no quedaba nadie. Pero con el pasar de los años también  viví en casas de familia, dormí en la calle, tengo varias experiencias que recuerdo muy seguido.

-¿De qué manera apareció la Permacultura en tu vida?
-Después de otras experiencias en grupo, empezaron mis ganas de independizarme y cambiar los hábitos de la ciudad. Decidí irme a vivir a Salta para buscar trabajo y un lugar para asentarme. Después de un tiempo salí en búsqueda de vida en comunidad y sustentabilidad.

-¿En qué comunidades te asentaste a lo largo de tu vida?
-La primera fue en una comunidad que se llama Permacultura Sachawasi, en el Parque nacional Madidi, al noreste de La Paz (Bolivia), luego me fui a una que se llama El jardín de los Presentes, en Capilla del Monte, Córdoba.

-En ese entonces… ¿A qué te dedicabas?
-Había iniciado un proyecto de comunidad: Un Lugar-Permacultura, en Piedras Anchas, Córdoba. Luego en Aldea de Paz Tanti, en Córdoba, donde realizaba un curso de diseñador en Permacultura con el Instituto Ná Lu´um. También cuidé una reserva privada en Villa Salto Encantado.

-¿Cuál es tu trabajo hoy en  día?
-Actualmente estoy participando como ayudante naturalista en el Museo de Ciencias Naturales de la Ciudad de Buenos Aires, colaboro en huertas urbanas comunitarias, en espacios autogestionados, en convergencias, conferencias. La comunidad Velatropa es en donde más activamente participo, pero también en el espacio CUCOCO y la huerta de Villa Bosch.

-¿De qué manera definirías a la Permacultura?
-Se puede ver a la Permacultura desde muchos puntos de vista, remontando un poco a la historia en los años 70, Bill Molison junto a David Holmgren crearon el termino que surgió de un agricultura permanente y al ver que la agricultura es la base de toda sociedad, se llegó  al termino actual que se define como una cultura permanente.
  También se la puede definir como el diseño de un espacio para el ser humano, respetando los ciclos naturales y haciendo el menor impacto posible. Es decir, interrelacionando objetos con diseño, siempre y cuando se sigan éticas y principios. Igualmente la Permacultura es tan amplia que cada uno puede tener su propia visión, y a su vez estar haciéndola sin saberlo.

¿Cómo llegaste a este estilo de vida autosustentable?
-La conocí buscando un tipo de vida que satisficiera mis comodidades, quería comenzar a cuidar la naturaleza, a empezar a relacionarme con la tierra y lo que nos rodea. Pero cuando experimenté la vida en comunidad,  aumentaron mis ganas para seguir aprendiendo acerca de la Permacultura, y fue a través de las experiencias antes marcadas.

-¿De qué forma la aplicas en tu vida cotidiana?
-La aplico en mi vida tratando de ser lo más consiente posible con el planeta y con la Permacultura. El reciclado, la bioconstrucción y la huerta orgánica son algunos de los pilares con mayor importancia dentro de esta práctica. Al principio me costó, pero de a poco logré que ocuparan espacio dentro de mi vida cotidiana, siempre y cuando aceptando los momentos de transición. A pesar de eso, si uno quiere y se esmera, trae gran satisfacción.